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La vida da muchas vueltas

¿Cuántas veces te han dicho aquello de que todo vuelve? o ¡no queda nada por inventar! Hemos oído esto con las hombreras, los pantalones de campana, la música de los Rollings, bueno estos realmente nunca se han ido pero sabéis a lo que refiero, todo parecen ser ciclos y desde hace unas semanas e incluso meses tengo esa misma percepción con el teletrabajo.

Voy a tratar de explicar esto desde el principio…

Históricamente, se definía al trabajador por cuenta ajena como aquel que decide voluntariamente prestar sus servicios profesionales a un empleador, que podía ser persona física o empresa, quien en contraprestación le abonará un salario. Esta relación genera una serie de obligaciones como la necesidad de existencia de un contrato, vacaciones, pago de cotizaciones, …y en la mayor parte de los casos el trabajador se comprometía a cumplir un horario en las instalaciones del empresario. Por supuesto esta definición no comprende a todos los trabajadores, pero si a la gran mayoría de ellos.

Desde principios del siglo XXI, con la democratización de la tecnología, comienza a formarse la idea del teletrabajo, un privilegio al alcance de muy pocos que, debido a su gran importancia dentro de las empresas y su pretendida singularidad, comienzan a ejercer su trabajo desde cualquier ubicación apoyándose en aquellos primeros teléfonos y ordenadores portátiles, que, si bien hoy en día nos parecen enormes, en su día cumplieron con su misión.

Tenemos ejemplos en el cine de esa época de los “yuppies” aquella generación de triunfadores empresariales que con un teléfono móvil parecían tener la capacidad de mover el mundo, y poco a poco esa posibilidad se fue abriendo muy lentamente a otro tipo de trabajos.

En la segunda década del siglo XXI ya se habla de esta posibilidad como una realidad e, incluso, hay organizaciones que ya empiezan tímidamente a aplicar planes de teletrabajo que permiten a los trabajadores desempeñar desde sus casas y de modo periódico se organizan reuniones para control y seguimiento del equipo. Es un proceso muy lento, desde Europa leemos con envidia que es algo muy extendido en las empresas tecnológicas de Palo Alto, pero en el viejo continente pocos parecen dispuestos a dar el paso, aunque de vez en cuando se oyen casos de tenues intentos al respecto.

Y es esta situación, llegamos a marzo de 2020, la pandemia del COVID19 aparece en nuestras vidas y el teletrabajo pasa en pocos días de ser una “excentricidad” a ser el único modo de mantener la actividad de miles de trabajadores. Todo el camino no recorrido en los veinte años anteriores se recorre en pocas horas, todos aquellos que desempeñan labores susceptibles de teletrabajo ven impuesta esta modalidad como la única manera de continuar con su actividad, y en pocos días se despliegan redes, herramientas, protocolos, …que hacen ver que no era algo utópico, el teletrabajo podía aplicarse, estábamos en nuestro peor momento, pero gracias a esta posibilidad y al esfuerzo de muchos podíamos continuar hacia delante.

La situación se mantuvo obligatorio durante 100 días (15/03 a 21/06), periodo en el que aprendimos a trabajar así, descubrimos las ventajas de hacerlo y, en muchos casos, decidieron que ya no volverían a la situación anterior.

Poco a poco las limitaciones se fueron levantando y las empresas fueron recuperando físicamente a sus efectivos en las instalaciones, pero el teletrabajo había calado, se ofrecen días semanales, se facilitan medios para ello y en muchos casos se ofrece como un beneficio en las ofertas de trabajo, los trabajadores han adoptado el teletrabajo como algo beneficioso para ello y no parecen dispuestos a renunciar.

Los beneficios son indudables, conciliación familiar y personal, ahorro de tiempos de desplazamientos, posibilidad de adaptar tu ritmo de trabajo a tus circunstancias… a cambio de renunciar al contacto humano en la oficina con los compañeros.

Pero como decía al principio todo es un ciclo, y el mundo gira cada vez más deprisa.

Muchos de aquellos trabajadores que optaron por teletrabajo absoluto y que incluso cambiaron su residencia desde las ciudades a núcleos rurales apartados de la vorágine del día a día ha aguantado poco tiempo “encerrados” en sus casas, y ahora en un nuevo giro de timón hemos llegado a los espacios de coworking creados para que los trabajadores que han optado por no acudir a sus empresas lo hagan a estos centros dónde consiguen contacto con semejantes y, por tanto, no sufren los perjuicios del aislamiento social.

Entiendo el concepto. Yo mismo hago teletrabajo varios días a la semana, pero otros voy a la oficina, estoy con los compañeros, me relaciono, veo el rumbo de los proyectos, la empresa, …y a la vez, me resulta paradójico que el resultado final del teletrabajo pueda ser que los trabajadores se aglutinen en centros de trabajo independientes de sus empresas en los que convivan con personas que no son sus compañeros de trabajo.

Me generan muchas dudas aspectos como la prevención de riesgos, la protección de datos, los riesgos psicosociales, …temas que son responsabilidad de las empresas pero que con esta nueva tendencia de agrupación física de trabajadores en teletrabajo parecen difíciles de controlar. No obstante, creo que este tema aún no ha dejado de evolucionar, veremos cómo sigue cambiando todo en los próximos años.

¿Acabará el trabajador volviendo a las instalaciones del empresario?, ¿veremos un profundo cambio del sistema para normalizar todos estos cambios?, ¿estaremos ante una moda pasajera o ha llegado para quedarse?

Como decía al principio, ellos parecen volver también periódicamente, pero la verdad es que no, ellos nunca se van…los Rolling Stone.

La vida da muchas vueltas

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