Un clásico, llega el nuevo año y parece obligado expresar un propósito, y ya que se hace, ¿por qué no hacerlo en serio?
Con el cambio de año llega el momento de hacerse los buenos propósitos que posteriormente iremos incumpliendo sistemáticamente durante el año para llegar al mismo punto, o quizás no, quizás este año sea diferente y por fin logres dejar de fumar, mejores tu nivel de inglés o consigas terminar tu primer maratón.
En todo caso, ese establecimiento de objetivos a lograr durante el año deja clara una cosa: eres consciente de que hay ciertas aptitudes y actitudes que debes mejorar, y eso es un comienzo.
Ese mismo ánimo de mejora continua y establecimiento de acciones de mejora debe de imperar siempre en las empresas. Se debe definir dónde estamos y a dónde queremos llegar, si tenemos claro cuál es la meta al menos estaremos dando los pasos en la dirección adecuada y eso, con independencia de que logremos alcanzar el fin, nos situará en una posición mejor que la de partida. Hay que ser ambiciosos pero realistas, un objetivo demasiado ambicioso provocará el desánimo de lo inalcanzable pero un objetivo demasiado cercano nos empujará a la autocomplacencia, buscamos marcar un hito que requiera nuestra mejor versión.
Esto trasladado a la empresa debe de hacernos pensar en dotar a los trabajadores de flexibilidad, formación, reconocimiento, realización, porque cada vez más esto es lo que buscan los nuevos trabajadores dejando de ser el único factor que aporta la empresa el económico.
El año 2020 fue el del teletrabajo obligatorio; durante el 2021 hay empresas que han mantenido esta figura parcialmente y algunas que han intentado recuperar la situación anterior, pero, no nos engañemos, “agua pasada no mueve molino”, la realidad no es la que era y tardará en volver a serlo e incluso puede que el cambio haya variado para siempre las relaciones de trabajo.
El reto está en lograr trabajadores satisfechos, motivados e implicados sin perder la productividad porque no debemos olvidar que una empresa debe ser productiva, es este valor el que nos ofrecerá la posibilidad de disfrutar de esos incentivos.
Empiezan a sonar con fuerza otras figuras como la semana laboral de cuatro días, un supuesto que es factible en algunos trabajos pero que se antoja lejano en otros y que por tanto irá avanzando hasta ser una realidad completamente establecida pero quizás no una generalidad por esas diferencias entre los diferentes trabajos. Probablemente un consultor de nómina y recursos humanos como el que os escribe sí pueda realizar su tarea agrupada en cuatro días, pero ¿es eso posible si hablamos de trabajos más físicos o que requieran presencia? No hay recetas universales, cada caso debe ser atendido buscando siempre la mejor solución.
De todos modos, hay una lección que debemos de haber aprendido en los últimos tiempos: planifiques lo que planifiques el factor sorpresa siempre sobrevuela nuestras cabezas, en los últimos 22 meses hemos vivido cosas que ni tan siquiera habríamos llegado a imaginar, y las empresas que han demostrado contar con mayor compromiso de sus trabajadores son las que han podido sortear los obstáculos y seguir adelante, mientras que otras más rígidas y que han demostrado carecer de “cintura organizativa” se han quedado en el camino. Y tú, ¿estás preparado personal y profesionalmente para otro baile?
Pau lo tenía muy claro…