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Las coordenadas del tiempo (I): Los primeros trazos

Del papel a la digitalización

Hace falta una visión audaz para imaginar la gestión del territorio del mañana cuando todo lo que tienes delante es papel y tinta. Y se precisa mucho esfuerzo y compromiso para convertir esa visión innovadora en realidad, desde un momento en el que buena parte del mundo sigue sin hablar en lenguaje digital.

Con esa capacidad estratégica y esa convicción de futuro nació, hace 40 años, un ambicioso proyecto de Seresco: liderar la informatización de los registros catastrales de nuestro país.

En una época en la que el territorio se entendía a través de libros manuscritos y archivos manuales, decidimos apostar fuerte por lo digital. El catastro, hasta entonces, era una acumulación fragmentaria de historias locales, de propiedades, de linderos dibujados a mano. Pero nosotros vimos en ello un potencial enorme para transformar la forma en que las personas se relacionan con su territorio.

El desafío era grandísimo. Para afrontarlo organizamos turnos de trabajo de mañana, tarde y noche. Y con una dedicación agotadora, nuestros primeros equipos iniciaron un proceso meticuloso de digitalización de las hojas catastrales. Éramos conscientes de que, con cada dato, no sólo estábamos transcribiendo información, sino garantizando su permanencia y utilidad para la fiscalidad de ciudades y comunidades.

Dibujando el catastro moderno

Con el paso del tiempo y los avances tecnológicos, evolucionó también nuestra ambición. Había que dejar de trasladar datos existentes a un sistema digital y pasar a construir, directamente, información nueva, más precisa y accesible.

Fue así como dimos un paso más. En colaboración con la Administración, empezamos a interpretar fotografías aéreas para identificar y registrar información clave sobre las propiedades, primero rurales y posteriormente urbanas, con un nivel de precisión impensable en décadas anteriores. Cada coordenada, cada línea trazada sobre una imagen representaba un nuevo avance en la manera de entender el territorio, ampliando las posibilidades para una gestión más eficiente y transparente.

El siguiente reto fue aún mas complejo: integrar el mundo gráfico con el mundo alfanumérico. Hasta entonces, ambos coexistían, pero no se comunicaban. La tecnología, sin embargo, nos volvió a abrir una puerta. En este caso, a la representación cartográfica unificada, donde cada parcela ya no sólo se localizaba, sino que se describía con un nivel de detalle técnico extraordinario.

Este salto cualitativo fue posible gracias a una decisión clave: abandonar la transcripción manual de datos y volcarlos directamente en nuestros sistemas. De esta manera, conseguimos eliminar errores y elevamos la fiabilidad de la información a nuevos estándares.

Podemos decir, sin titubeos, que en Seresco fuimos pioneros en digitalizar totalmente los procesos de cartografía y catastro, lo que nos permitió asumir nuevas responsabilidades que antes recaían en el cliente. Así, comenzamos a producir nuestras propias ortofotos, consolidando una ventaja competitiva basada en la calidad y la autonomía tecnológica.

Aunque parezca fácil y razonable desde la perspectiva actual, hubo bastantes dificultades. La innovación conlleva resistencias y los cambios metodológicos no siempre fueron bien recibidos. Sin embargo, nos mantuvimos firmes en nuestra visión, que estuvo clara desde el principio: implantar mejoras que optimizaran procesos tanto en oficina como en campo. La introducción de software especializado y equipos de última generación fue clave para nuestra evolución. Cada herramienta que sumamos tenía un propósito bien definido: hacer mejor nuestro trabajo y aumentar el valor entregado a nuestros clientes.

Continúa en «Las coordenadas del tiempo (II)»

Las coordenadas del tiempo (I): Los primeros trazos

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