Los departamentos de RRHH son una pieza clave dentro de una organización. Cuando se habla de clave tiene mucho que ver con la pieza que sostiene las bóvedas y los arcos de las iglesias y que era llamada así, clave.
El trabajo con las personas de una organización, la tarea más complicada en términos de gestión como reconocen todos los que se han tenido que enfrentar a una posición en la que el liderazgo se ha de demostrar, supone dar un marco de convivencia, de desarrollo, de motivación y, también, de exigencia.
Los contratos laborales exigen contrapartidas por ambas partes. Si los simplificamos a un intercambio de conocimiento, habilidad, formación, experiencia y tiempo por dinero, es difícil que el acuerdo llegue tan lejos como podría.
Y ahí, los departamentos de RRHH tienen mucho que decir. Y que hacer.
Para empezar, todos somos diferentes, no nos motivan las mismas cosas, no nos afectan las mismas cosas, no respondemos igual a los mismos estímulos, ya sean positivos o negativos. Por tanto, cualquier política que intente particularizarse a cada miembro de la organización será inviable por eterna.
Sin embargo, se puede empezar por lo básico. Partamos de la buena voluntad por ambas partes, principio fundamental que se debe de intentar mantener hasta en las situaciones más complejas. A partir de ahí definamos características comunes que todo empleado por cuenta ajena comparte. Por ejemplo, a todo el mundo le gusta ser respetado, que le traten con educación, que le expliquen claramente lo que se espera de su trabajo, que le definan el marco temporal que tiene para conseguirlo, que quede clara su retribución, tanto la fija como la variable y que ésta esté planteada sobre bases factibles. Pero no basta con eso, todos necesitamos los medios adecuados para desarrollar nuestras responsabilidades, los recursos que se deben de poner a disposición para conseguirlo y la formación necesaria. Pero, aun así, no basta, también necesitamos poder apoyarnos en un equipo en sintonía que facilite el avance y un jefe, responsable, guía que oriente, motive, ejemplarice, escuche, comparta, transmita y, también, vigile por el cumplimiento de los objetivos fijados.
En este terreno, los departamentos de RRHH tienen, pueden y hacen mucho. Definir líneas de trabajo que permitan alinear las actitudes y aptitudes de los gestores (de equipo, de sección, de departamento y hasta del CEO) con las necesidades de los colaboradores y con las necesidades de los equipos que se conforman cuando se empieza a cooperar, es fundamental.
Pero también se debe de activar el deseo en las individualidades que componen toda organización de avanzar, de hacerlo buscando el mejor resultado y de alinear los objetivos particulares de cada uno con los generales de la organización.
En la conciliación de ambos vectores de fuerza reside gran parte del porcentaje del éxito a conseguir.
Una organización es como una orquesta. Todos los músicos son necesarios. Pero necesitan sonar ordenadamente, con una partitura y una dirección. Acompasar todo, consiguiendo que la confianza en el buen hacer de los demás sea una de las premisas, favoreciendo y fomentando el compromiso individual, es un deseable objetivo para trabajar con una organización.
El talento se debe de descubrir, atraer, fomentar y retener. Así se diferencian las buenas orquestas y empresas de las que no los son.
Los departamentos de RRHH son departamentos que aportan valor añadido, son verdaderos afinadores y organizadores de instrumentos que consiguen que la melodía suene bien. Porque al igual que, y sólo por poner un ejemplo, un departamento de compras eficiente es fundamental para obtener un resultado óptimo, el departamento que invierte en las personas, aunque nunca comprándolas, es igual de importante. Ambos proporcionan y ayudan a organizar recursos en la empresa. Del éxito de todos se alcanza el éxito en una organización.