Estamos en un momento en el que todo lo que nos rodea se encuentra en continuo movimiento, las reglas cambian constantemente y todos los aspectos de nuestra vida se ven condicionados por esos cambios que ocurren a una velocidad vertiginosa y que muchas veces nos produce verdadera ansiedad al no ser capaces de adaptarnos.
Durante miles de años hemos estado viviendo en unas condiciones que se transmitían de generación en generación, pero en los últimos siglos estamos destruyendo esa forma de relacionarnos con el mundo y entre nosotros y debemos de conseguir herramientas que nos ayuden a no acabar desactualizados y fuera de juego.
Según OBS Business School “uno de cada diez empleos se automatizará en los próximos años” pero en contrapartida, según el Institute for the Future for Dell Technologies “el 85% de los empleos que habrá en 2030 todavía no se han inventado”.
Pero esto ocurre también en otros aspectos de nuestra vida, no solamente cambia el trabajo a una velocidad vertiginosa, también cambian las relaciones sociales, estas se han digitalizado, las relaciones sociales virtuales están desbancando a la forma tradicional de conocerse y forjar vínculos. También las relaciones familiares cambian porque nuestros hijos son nativos digitales y nosotros somos analógicos convertidos, con diferente visión y diferentes valores.
Por lo tanto, creo que tendremos que pensar más y actuar menos y con esto me refiero a una actuación rutinaria, es decir, si en un trabajo estoy ocho horas haciendo una tarea, y al día siguiente me paso las mismas ocho horas o más haciendo la misma tarea, está claro que en base a lo que dice el estudio OBS Business School, al que me he referido antes tengo los días contados. Pero si utilizo parte de mi tiempo en innovar, en cambiar algo, en hacer algo diferente, aportaré un valor añadido a mi actividad, y el algoritmo que pende encima de mi cabeza, puede que tarde un poco más de tiempo en acabar conmigo.
En definitiva, si echamos la vista atrás, y vemos que en los últimos tres meses no hemos hecho nada nuevo o diferente en nuestro trabajo, en nuestras relaciones sociales y familiares etc… es que estamos haciendo algo rematadamente mal y somos carne de sustitución en cualquiera de los aspectos de nuestras vidas, no solamente en nuestros trabajos… ¿esto sí que da un poco de miedo verdad?
Después de este análisis de la situación ligeramente tremendista pero real, creo que lo lógico es intentar aportar algún tipo de corrección.
Vamos a detenernos unos segundos en la famosa ley de Pareto, también conocida como la regla del 80/20, que establece de forma general que el 80% de las consecuencias provienen del 20% de las causas.
Asumido esto, podríamos deducir que si el 80% de nuestro tiempo de trabajo, o el dedicado a la familia o los amigos, o al ocio, lo utilizamos para desarrollar las tareas habituales y el otro 20% restante lo utilizamos para pensar como cambiar o mejorar y en definitiva para innovar, estaremos en una situación que nos diferencia de ese algoritmo diseñado para hacer ocho horas seguidas una tarea o varias, ya que le faltaría el valor añadido que tiene el ser humano, que, debido a su naturaleza consciente y observadora, le dedicaría un 20 % de su tiempo a desarrollar y mejorar en todas las facetas de la vida.